jueves, 21 de febrero de 2008

Johnny Greenwood, el brutal Preisner de 'Pozos de ambición'



'Prospectors quartet', de Johnny Greenwood para 'There will be blood'

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Antes de que el talibanato rockista me mande a tomar por culo de nuevo, aclaro que hablaré de música.

Porque sobre la peli se podría escribir horas, pero no menos sobre cómo la banda sonora de Jonny Greenwood casi pone carne, cara y ojos a tan flipante retrato del egoísmo, la codicia y finalmente el mal, la destrucción, el desastre: el hombre.

La hermosa y perturbadora música de Greenwood, es un personaje más del increíble fresco que traza la peli, no lejos del tremendo, absoluto Daniel Day-Lewis.

Disonancias atonales a lo Ligeti, pianos impresionistas en plan Chopin, violines como de Preisner... Paisajes musicales de un dramatismo y una sutileza abrumadoras, que subrayan la brutal pureza de la película e incluso aportan contenido narrativo.

Un trabajo, el de Greenwood, también monumental al peso: La música suena, a ojo, en quizás el 75% de los 158 minutos de peli. Hollywood por cierto la ha vetado para los Oscar porque parte del material era de un par de años antes. Pero, ¿a quién le importan los Oscar, esos premios basura que la industria se otorga a sí misma?

Vaya por delante que no soy fan de bandas sonoras. Creo que están sobrevaloradas. Las primeras -salvo excepciones con auténtica vida y discurso propios-, para exprimir comercialmente lo más posible un producto del que, como del cerdo, hay que aprovecharlo todo.

Greenwood alcanza cotas sobresalientes en la película, con un pie en la clásica de clavicordio (hay un tema de Brahms), otro en la contemporánea, arrebatos tribalistas y alguna tesela electrónica para un mosaico de una expresividad salvaje, poco definible.

Hay algo, injusto sería no reconocerlo, de los Radiohead más severos y experimentales. Pero tal vez el mayor logro, simbiosis con las imágenes aparte (con la sobriedad obsesiva de las imágenes, con el retrato casi subhumano y metafísico que traza el filme), es cómo coloca un pie en lo popular y otro en el arte más marcianamente elevado. Palabros, palabros, palabros. Hay que oírlo, es de verdad la hostia.

Y ahora unas frases sobre la peli, lo que de verdad me apetecía (¿se ha notado mucho?).

A Paul Thomas Anderson ya le andan colgando el cartel de nuevo Kubrick por su tremebunda ambición, y tal vez por las partes más Ligeti de la banda sonora (algo más que ecos del 'Requiem' de '2001'). Pero no huya el estado llano: 'There will be blood' (lo del título en castellano es un ridículo atentado) debe más al Terrence Malick de 'Días del cielo' o al Cimino de 'Las puertas del cielo' que al plasta de 'Barry Lyndon'.

La cinta es, además de un puro vals con el mal de principio a fin, una arrasadora caldera de emociones para todos los públicos. Prácticamente cada plano arde. Las interpretaciones, algún pasaje sobreactuado aparte, parecen más verdaderas que la cruda realidad. El conjunto deja en infantil el 95% del cine actual. Probablemente dentro de 30 años se verá con idéntica penetrante frescura que hoy.

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